The Relevance of the Mass / La Relevancia de la Misa

The First Reading today reminds us that in the New Covenant, we have a high priest, “who has taken his seat at the right hand of the throne of the Majesty in heaven, a minister of the sanctuary and of the true tabernacle that the Lord, not man, set up.” 

This is incredible! While the priesthood of Christ was prefigured in the Old Testament, it goes far beyond the understanding of the old covenant priesthood. Though the former priesthood was established by God and was vital to the life and worship of the Israelite people, in the New Covenant, Our Lord, “has no need, as did the [former] high priests, to offer sacrifice day after day, first for his own sins and then for those of the people; he did that once for all when he offered himself.” 

We see and participate in the perpetual offering of our great High Priest, Jesus Christ, every time we go to Mass. 

In a previous blog about the Mass, I drew attention to the fact that, despite good intentions to make the Mass more “relevant” and “dynamic,” neither laity nor priests are authorized to make changes to the rubrics of the Mass. But this is not to say that the Mass should be said mechanically, superficially or without zeal! Properly understood, the Mass is quintessentially relevant and both priest and laity should participate in the Mass with fervor and sincerity, reverence and awe. 

In an encyclical called Mediator Dei, Pope Pius XII helps us to understand how we ought to approach the Mass, urging us to participate in the Eucharistic sacrifice, “not in an inert and negligent fashion, giving way to distractions and day-dreaming, but with such earnestness and concentration that they may be united as closely as possible with [Jesus] the High Priest…” We unite ourselves to Christ as He offers Himself, the spotless Lamb, to God the Father at the Mass, but we also follow His example by placing ourselves on the altar as well.

When my children were little, I began saying a prayer called the ” Morning Offering” with them. “Oh Jesus, in union with your most precious blood, poured out on the cross and offered in every Mass, I offer you today, my prayers, works, joys, sorrows and sufferings…” I sketched out a little booklet we could look at while we prayed, showing (rather feeble) stick figures playing, praying, doing chores, and interacting with others. 

After praying the Morning Offering for years, I read something in the Catechism that helped me understand even more deeply our call as lay people to share in the priestly office of Christ. In regard to the laity, the Catechism says, “For all their works, prayers, and apostolic undertakings, family and married life, daily work, relaxation of mind and body, if they are accomplished in the Spirit…all these become spiritual sacrifices acceptable to God through Jesus Christ. In the celebration of the Eucharist these may most fittingly be offered to the Father along with the body of the Lord” (CCC no. 901). How remarkable it is to share in the redeeming work of Christ! Thank God for the relevance of the Mass!

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La Primera Lectura de hoy nos recuerda que en la Nueva Alianza tenemos “un sumo sacerdote tan excelente, que está sentado a la derecha del trono de Dios en el cielo, como ministro del santuario y del verdadero tabernáculo, levantado por el Señor y no por los hombres.”

¡Esto es increíble! Si bien el sacerdocio de Cristo fue prefigurado en el Antiguo Testamento, va mucho más allá de la comprensión del sacerdocio de la antigua alianza. Aunque el sacerdocio anterior fue establecido por Dios y era vital para la vida y el culto del pueblo israelita, con la Nueva Alianza, Nuestro Señor, “que no necesita, como los demás sacerdotes, ofrecer diariamente víctimas, primero por sus pecados y después por los del pueblo, porque esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.”

Vemos y participamos de la ofrenda perpetua de nuestro gran Sumo Sacerdote, Jesucristo, cada vez que vamos a Misa.

En una reflexión anterior sobre la Misa, mencioné el hecho de que, a pesar de las buenas intenciones de hacer que la Misa sea más “relevante” y “dinámica”, ni los laicos ni los sacerdotes están autorizados a hacer cambios en las rúbricas de la Misa. Pero esto ¡No es decir que la Misa se debe decir mecánicamente, superficialmente o sin celo! Bien entendida, la Misa es esencialmente relevante y tanto el sacerdote como los laicos deben participar en la Misa con fervor y sinceridad, reverencia y asombro.

En una encíclica llamada Mediator Dei, el Papa Pío XII nos ayuda a comprender cómo debemos acercarnos a la Misa, motivándonos a participar en el sacrificio eucarístico: , “Conviene, pues, venerables hermanos, que todos los fieles se den cuenta de que su principal deber y su mayor dignidad consiste en la participación en el sacrificio eucarístico; y eso, no con un espíritu pasivo y negligente, discurriendo y divagando por otras cosas, sino de un modo tan intenso y tan activo, que estrechísimamente se unan con el Sumo Sacerdote (Mediator Dei, 99)” Nos unimos a Cristo cuando se ofrece a sí mismo, el Cordero sin mancha, a Dios Padre en la Misa, pero también seguir su ejemplo colocándonos nosotros también en el altar.

Cuando mis hijos eran pequeños, comencé a rezar con ellos la siguiente Oración de la Mañana: “Oh Jesús, en unión con tu preciosísima sangre, derramada en la cruz y ofrecida en cada Misa, te ofrezco hoy mis oraciones, trabajos, alegrías, dolores y sufrimientos…” Dibujé un pequeño folleto que pudimos mirar mientras orábamos, mostrando figuras de palo jugando, orando, haciendo tareas e interactuando con otros.

Después de rezar el Ofrecimiento de la Mañana durante años, leí algo en el Catecismo que me ayudó a comprender aún más profundamente nuestro llamado como laicos a compartir el oficio sacerdotal de Cristo. En cuanto a los laicos, el Catecismo dice: “En efecto, todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se llevan con paciencia, todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo (cf 1P 2, 5), que ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la celebración de la Eucaristía uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor. De esta manera, también los laicos, como adoradores que en todas partes llevan una conducta sana, consagran el mundo mismo a Dios.” (CIC 901) ¡Qué admirable es participar en la obra redentora de Cristo ¡Gracias a Dios por la relevancia de la Misa!

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Christine Hanus currently lives in Upstate, NY. Though she enjoys writing and her work as a catechist, Christine is primarily a wife, mother, and more recently, grandmother!

Feature Image Credit: Carlos Daniel, cathopic.com/photo/6692-consagrando-el-cuerpo-de-cristo